Ernestina de Champourcín Morán de Loredo, nació en Vitoria el 10 de julio de 1905, de una familia católica y tradicionalista,3 4que le ofreció una esmerada educación (en la que se refuerza el conocimiento y uso de diferentes lenguas) en un ambiente familiar, culto y aristocrático, junto a sus hermanos.5 3
Su padre era el abogado de ideas monárquicas, pese a su inclinación liberal-conservadora, Antonio Michels de Champourcin. Poseía el título de barón de Champourcin, lo que atestiguaba que la familia paterna, provenía de la Provenza francesa. Por su parte, Ernestina Morán de Loredo Castellanos, como se llamaba su madre, nació en Montevideo, siendo la única hija de un militar, asturiano de ascendencia, con quien viajó frecuentemente a Europa.5
Alrededor de los 10 años, se trasladó, junto con el resto de la familia, a Madrid, donde fue matriculada en el Colegio del Sagrado Corazón, y recibió preparación por profesores particulares, examinándose como alumna libre de bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. Su deseo de estudiar en la Universidad se vio truncado debido en parte a la oposición de su padre, pese al apoyo de su madre, dispuesta a acompañarla a las clases, para cumplir con la norma existente para las mujeres menores de edad.4 5
Su conocimiento de francés e inglés, y su creatividad, le llevó a comenzar desde muy joven a escribir poesía en francés, la cual, ella misma destruyó al plantearse seriamente una vocación literaria. Más tarde utilizaría estos conocimientos de idiomas para trabajar como traductora para la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica; durante aproximadamente quince años (en los cuales deja de publicar poesía), pese al desconocimiento general de su faceta de traductora.6
Su amor a la lectura y el ambiente culto familiar la pusieron en contacto con los grandes de la literatura universal desde muy pequeña, creciendo con los libros de Víctor Hugo,Lamartine, Musset, Vigny, Maurice Maeterlinck, Verlaine y de grandes místicos castellanos, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Más tarde leyó a Valle-Inclán,Rubén Darío, Concha Espina, Amado Nervo y, sobre todo, Juan Ramón Jiménez. La figura de Juan Ramón Jiménez tiene una importancia vital en el desarrollo de Ernestina como poetisa, y de hecho, para ella fue considerado siempre como su maestro.5
Como la gran mayoría de representantes de su generación, los primeros testimonios de su obra poética son poemas sueltos publicados a partir de 1923 en diversas revistas de la época, tales como Manantial, Cartagena Ilustrada o La Libertad.5 En 1926 María de Maeztu y Concha Méndez fundaron el Lyceum Club Femenino, proponiéndose con ello concienciar a la unidad entre las mujeres, a fin de que se ayudasen en la lucha por intervenir en los problemas culturales y sociales de su tiempo. Este proyecto interesó a Ernestina, quien se involucró en el mismo, encargándose de todo lo relativo a la literatura.5
En ese mismo año Ernestina publica, en Madrid, su obra En silencio y le envía a Juan Ramón un ejemplar esperando el juicio y crítica del poeta a su primera obra. Pese a no recibir ninguna contestación, su camino se cruzó con el del admirado poeta y su mujer en La Granja de San Ildefonso. A partir de este casual encuentro surgió entre ambos una amistad que le llevó a considerarlo su mentor, y al igual que les sucedió, algo más tarde, a sus compañeros de generación.7 Es así como entró en contacto con algunos de los integrantes de la Generación del 27: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre. Y además, debe a su mentor conocer la poesía inglesa clásica y moderna (Keats, Shelley, Blake, Yeats).5
A partir de 1927, Ernestina comienza una etapa en la que publica en los periódicos (en especial en el Heraldo de Madrid y La Época) casi exclusivamente crítica literaria. En estos artículos publicados antes de la guerra civil trata cuestiones como la naturaleza de la poesía pura y la estética de la “poesía nueva” que trabajaban los jóvenes del 27, grupo del que ella se sentía integrante al compartir la misma concepción de la poesía.5 7 Publica sus primeros libros en Madrid: En silencio (1926), Ahora (1928), La voz en el viento (1931), Cántico inútil (1936), lo cual la hace ser conocida en el mundo literario de la capital. Se puede descubrir una evolución en su obra desde un Modernismo inicial a la sombra de Juan Ramón Jiménez a una poesía más personal marcada por la temática amorosa envuelta en una rica sensualidad. Quizás por ello, Gerardo Diego la seleccionó para su Antología de 1934.7 3
En 1930, mientras realiza actividades en el Liceo Femenino, al igual que otros intelectuales de la República, conoce a Juan José Domenchina, poeta y secretario personal deManuel Azaña, con quien contraerá matrimonio el 6 de noviembre de 1936.4
Poco antes del alzamiento nacional Ernestina publicó la que sería su única novela (ya que a parte de ésta sólo escribió fragmentos de una novela inconclusa, Mientras allí se muere, en la que narra las vivencias experimentadas en su trabajo de enfermera durante la guerra civil):4 La casa de enfrente. Los acontecimientos políticos que sucedieron tras la mencionada justifican que su difusión quedara eclipsada. No obstante, esta obra representa un importante hito en la literatura escrita por mujeres, pues en ella la autora realiza a través de una narradora-protagonista, un fino análisis sobre la crianza, educación y socialización de las niñas burguesas en las primeras décadas del pasado siglo XX. Esta obra permite considerar a Ernestina de Champourcin como moderadamente feminista.8
Durante la Guerra Civil, Juan Ramón y su esposa, Zenobia, preocupados por los niños huérfanos o abandonados, fundaron una especie de comité denominado "Protección de Menores". Ernestina se les unió en calidad de enfermera, pero debido a ciertos problemas con algunos milicianos tuvo que dejarlo y entrar como auxiliar de enfermera en el hospital regentado por Lola Azaña.4
Una de las consecuencias del trabajo de su marido Juan José, como secretario político de Azaña, fue que el matrimonio no tuvo más remedio que abandonar Madrid, iniciando un periplo que les llevó a Valencia, Barcelona y Francia, donde estuvieron en Toulouse y París, hasta que, finalmente, en 1939, fueron invitados por el diplomático y escritor mexicano Alfonso Reyes, quien era fundador y director de la Casa de España de México, convirtiendo este país en el lugar definitivo de su exilio.4 9
Pese a que en un primer momento Ernestina escribió numerosos versos para revistas como Romance y Rueca, su actividad creativa se reduce ante las necesidades económicas que le hicieron centrar su actividad en su trabajo de traductora para el Fondo de Cultura Económica y de intérprete para la Asociación de Personal Técnico de Conferencias Internacionales.5 10
Su etapa en México es una de sus etapas más fecundas, publicó Presencia a oscuras (1952), Cárcel de los sentidos (1960) y El nombre que me diste (1960).4
Su mentor Juan Ramón Jiménez, trabajaba como agregado cultural en la embajada española en Estados Unidos; y otros componentes del grupo del 27 se exiliaron también aAmérica como fue el caso, entre otros, de Emilio Prados y Luis Cernuda.10 Pese a todo el cambio no fue fácil. El matrimonio no tuvo hijos, y sobrellevaron de forma muy distinta el desgajamiento de sus raíces. Mientras, Juan José Domenchina, su esposo, no llevó bien su nueva vida como exiliado, y murió prematuramente en 1959;6 ella, por su parte llegó a tener fuertes sentimientos de arraigo con esta su nueva “patria”.10 Es en este momento cuando la religiosidad vivida durante su niñez se agudiza, dando a su obra un misticismo desconocido hasta el momento. Es ahora cuando publica Hai-kais espirituales (1967), Cartas cerradas (1968) y Poemas del ser y del estar (1972).5 10
En 1972 Ernestina regresó a España. La vuelta no fue fácil y tuvo que vivir un nuevo período de adaptación a su propio país, experiencia que hizo surgir en ella sentimientos que reflejó en obras como Primer exilio (1978). Los sentimientos de soledad y de vejez y una invasión de recuerdos de los lugares en los que había estado y las personas con las que había vivido fueron inundando cada uno de sus posteriores poemarios: La pared transparente (1984), Huyeron todas las islas (1988), Los encuentros frustrados (1991),Del vacío y sus dones (1993) y Presencia del pasado (1996).5
La obra titulada La ardilla y la rosa (Juan Ramón en mi memoria) (1981), es una selección comentada de su correspondencia con Zenobia, realizada por Ernestina y publicada por la editorial de la Fundación Zenobia-Juan Ramón Jiménez y la tituló Los libros de Fausto; Zenobia a su vez, publicó un pequeño y revelador libro, titulado Vivir con Juan Ramón que condensa páginas de su “Diario” de 1916 y su texto “Juan Ramón y yo“.11 10 12
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